“No había fuego, no se veía nada, pero sentí una fuerza que me tiraba al suelo. Intenté levantarme, pero volvía a caer. Perdimos a nuestro bebé de cuatro meses“.
Así describe Elena Mihailova, una anciana que vivía en Semipalatinsk (actualmente Semey, Kazajstán), lo que experimentó durante los 40 años en que los soviéticos utilizaron esa región del país para realizar más de 450 pruebas nucleares.
Las bombas de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 dejaron aproximadamente 250.000 muertos, una cifra comparable a la que algunos atribuyen al desastre de Chernóbil en 1986.
Entre 1949 y 1989, la Unión Soviética realizó en secreto 86 explosiones nucleares aéreas, 30 en la superficie y 340 bajo tierra en la región de Semipalatinsk, conocida como el “Polígono“.
El objetivo era desarrollar armas nucleares. Más de 1.300.000 personas fueron trágicamente afectadas y se desconoce el número de muertos, pero este horrible hecho sigue siendo desconocido para muchas personas.
Hoy, la ciudad más cercana al Polígono lleva el nombre de Kurchatov, en “honor” al creador de la bomba atómica. La ciudad parece desierta, con decenas de edificios abandonados, a pesar de los esfuerzos del gobierno por revitalizarla. La nieve, el barro y los charcos confieren un aire sombrío que refleja una melancolía general.
Cráteres de las explosiones nucleares. | La Derecha Diario
El área tiene la tasa más alta de suicidio infantil en el país, y los psicólogos aseguran que las secuelas del drama aún persisten. Médicos del Hospital Oncológico y del Centro de Investigación de la Radiación indican que la incidencia de cáncer está directamente vinculada a las pruebas nucleares realizadas en aquellas zonas.
“Los jóvenes enfrentan muchos problemas para relacionarse con sus padres y entre ellos mismos. Cuando llegan a nuestro centro, lo primero que hacemos es una terapia de contacto físico, ya que ni siquiera están acostumbrados a tocarse“, comenta una psicóloga de uno de los centros de acogida que UNICEF estableció en Semey.
Las malformaciones congénitas son comunes. Un estudio publicado en la revista Science reveló que la tasa de mutaciones en el ADN de los habitantes de Semey es el doble de la que se observa en otras regiones del país.
Cuando se les pregunta, los jóvenes de la región expresan su preocupación por los efectos de la radiación. “Si alguien quiere casarse, tiene que considerar si sus hijos podrían tener problemas“, comenta uno de ellos. Mientras tanto, desde la dirección del centro insisten en que “Semey no es solo el Polígono“.
Aquellos afectados que logran demostrar ante un tribunal médico que su enfermedad está relacionada con la radiación son incluidos en un programa gubernamental que les otorga una pensión y acceso a tratamientos.
Durante la época de las explosiones nucleares, se observó un aumento de tumores en el sistema digestivo, y más tarde, en los sistemas reproductivo, tiroides, pecho y pulmones. Los especialistas siguen preocupados por los problemas que podrían manifestarse en las futuras generaciones.
Fuente: Derecha Diario