Sólo basta voluntad política. Pero nadie parece tenerla .¿O sí?
Alfredo Cornejo está preocupado. Como pocas veces se lo ha visto. Lo confirman sus allegados y personas de mayor confianza. Lo aqueja la cuestión narco en Mendoza, cuya solución no parece nada sencilla.
No sólo por el tráfico de estupefacientes en sí, sino por lo que trae consigo: crimen y violencia. Violencia y crimen. El orden de los factores no altera el producto.
El gobernador detesta las comparaciones entre Mendoza y Rosario, pero son inevitables. Porque todo lo que tiene que ver con el oscuro negocio de los narcóticos lleva al imaginario popular a aquella parte de la provincia de Santa Fe.
A nivel local, las mayores complicaciones se dan en el departamento de Godoy Cruz, como viene publicando Diario Mendoza Today. Allí se ha avanzado en una serie de procedimientos para derribar puntuales bunkers de drogas, muchos de ellos revelados por este medio.
Pero no alcanza: porque los traficantes de la muerte se mueven de un lugar a otro. Ahora mismo se han asentado en una vivienda ubicada en calle Punta Arenas al 800. Allí juntan el dinero producto de la venta de narcóticos. Quien controla esos fondos es un hombre a quien le dicen “El Chino”. Y la mercancía la mueven en un Volkswagen gris.
Lograr encontrar los lugares donde se mueven los narcos no es nada complicado. Sólo es cuestión de hablar con los vecinos, como hicimos los periodistas de este diario. Ellos saben todo y no dudan en dar detalles con pelos y señales. Básicamente porque están hartos de las guerras de pandillas y las balaceras ad hoc.
Esa es una de las patas de la estrategia contra el narcotráfico: la inteligencia criminal. Es cuestión de identificar los lugares en didácticos mapas, trazar vínculos entre los diferentes eslabones de la cadena y trabajar sobre la base de estadísticas.
¿Qué lugares son los más propensos a los enfrentamientos entre bandas? ¿Por dónde se mueven los narcos? ¿Qué autos usan? ¿Dónde invierten el dinero que producen? Esas y otras preguntas son las que deben responderse para combatir con eficacia a los criminales, como se hizo en Rosario.
Sería injusto decir que el gobierno de Mendoza no está haciendo nada al respecto, pero es claro que ello no alcanza. Es bien cierto que esta semana se han comprado patrulleros con tecnología de última generación, pero también hay que poner el foco en la capacitación de los policías.
El delito se va complejizando al paso de los años, no sólo en lo que refiere a armamento, sino también a mecanismos de trabajo y lavado de dinero. Ello sin mencionar el ciberdelito… Y todo lo demás.
La oposición aprovecha el tópico en cuestión para hacer política, lo cual no es nada desacertado —¿Qué espacio partidario no lo hace?—, salvo por el hecho de que no hace ningún aporte para resolverlo.
Hay peleas que ameritan la suma de todas las fuerzas, por su complejidad. El narcotráfico es una de ella. Pero en Mendoza cada uno atiende su juego, sin pensar en el bien común. Allí, todos son responsables por igual.
La energía que gastan los políticos en impulsar triviales e infructuosos proyectos de declaración cada semana, podrían usarla para pensar en algún plan que permita acabar con el tráfico de estupefacientes.
Es una pelea que merece ser dada, por nuestros hijos y nietos, y todos los que vendrán. La droga destroza familias y sociedades. Rompe todo a su paso. Y, lo peor, el fenómeno es creciente.
Por eso, es dable trabajar en un mecanismo de contención social que permita disminuir la demanda de drogas. Ello hará que disminuya la oferta. Una cosa es directamente proporcional a la otra.
Pero nadie está pensando en ello ahora mismo. ¿Dónde están acaso las campañas oficiales para informar lo que producen los estupefacientes? ¿Cuántos proyectos de ley hay referidos a este tópico?
Los pibes que ahora mismo no tienen trabajo ni estudian, ¿cuánto tiempo demorarán en caer en las drogas? Más aún: ¿Qué les evitará ser “soldaditos” de algún bunker narco mendocino, donde la paga es millonaria?
La vacuna contra ello es la contención social, como ocurrió en Colombia, donde se avanzó en la construcción de enormes espacios públicos y se volvió a los viejos clubes de barrio, entre otras medidas. Ello redujo sustancialmente la demanda de drogas y, en consecuencia, la oferta de las mismas.
El camino a seguir no parece nada complicado, sólo basta voluntad política. Y un conocimiento cabal de la problemática. ¿Quién lo posee hoy en Mendoza? ¿Alguno se está preparando al respecto?
No es complicado: sólo basta contactar a los mejores expertos, como Edgardo Buscaglia, quien reside en Buenos Aires. O Claudio Izaguirre, director de la Asociación Antidrogas de la República Argentina.
Son los que anticiparon hace más de 20 años lo que viene sucediendo en Rosario. Y otros lugares del país. “La vieron venir”, como diría Javier Milei. También adelantaron lo que sucede hoy a nivel local.
Por caso, Izaguirre anticipó hace 15 años a este periodista lo que ocurriría en Mendoza. Incluso adelantó el fenómeno de los “narco estudiantes”, jóvenes que venden drogas en las escuelas.
Se insiste: sólo se trata de escuchar a los que saben. Y contar con las herramientas necesarias para avanzar contra los criminales. Allí hay evidentes carencias.
Como botón de muestra puede mencionarse lo que ocurre con el microscopio electrónico que supo funcionar en el Laboratorio de Microscopía Electrónica de Barrido y Microanálisis y dejó de hacerlo.
Las miradas apuntan a la máster of science Silvina Lassa, presunta responsable de lo sucedido. No obstante, lo importante es que Mendoza se quedó sin poder determinar si una persona sospechada de disparar un arma de fuego es culpable o no.
Es sólo un ejemplo de los tantos que podrían mencionarse en esta misma columna. Pero ni falta hace. ¿O sí?
