A pesar de la propaganda del dictador socialista Luiz Inácio Lula da Silva, quien se consideró como un "ambientalista" en numerosas ocasiones, la realidad en la Amazonía cuenta una historia muy diferente. Bajo el gobierno de Lula, el pulmón del planeta está sufriendo niveles críticos de deforestación e incendios que no se habían visto en más de 20 años.
El Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon) informó que la deforestación en el primer trimestre de este año es la peor desde 2008. Los datos son alarmantes: 867 kilómetros cuadrados de bosque fueron destruidos, lo que equivale a casi 1.000 canchas de fútbol por día. En febrero de 2024, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) registró que la cantidad de kilómetros cuadrados deforestados de la Amazonía era casi el doble de los destruidos durante el mismo mes en 2022, bajo el gobierno de Jair Bolsonaro.
La aceleración de la deforestación es especialmente crítica en algunos estados como Maranhão, donde la destrucción del bosque aumentó un 125% en solo un año, con 9 kilómetros cuadrados devastados en lo que va de 2024. Estos datos muestran las mentiras de Lula por proyectar una imagen de su gobierno como "líder en la lucha contra el cambio climático".
La ministra de Medio Ambiente brasileña, Marina Silva, en lugar de aceptar su negligencia, le echó la culpa al gobierno de Jair Bolsonaro como responsable del aumento en la deforestación. Además, en una entrevista, Silva mencionó que la deforestación es un "acto" de venganza de los bolsonaristas.
En la misma entrevista, la ministra le agradeció a China por su apoyo en la Amazonía. Es curioso y deja mucho en que pensar, ya que el país asiático es uno de los más contaminantes del mundo y ha mostrado interés en el agua y la tierra amazónicas, financiando el CBERS-6, un proyecto de satélite conjunto con Brasil para "monitorear la deforestación". Estos actos tan sospechosos generaron preocupación en algunos sectores, especialmente por la posible entrega de la seguridad de la Amazonía a intereses extranjeros, algo que Bolsonaro buscaba evitar a toda costa.
A la crisis de deforestación se suma el devastador incremento en los incendios forestales. Desde enero de 2024, la Amazonía ha registrado 59 mil focos de incendio, la cifra más alta desde 2008, y aún podría aumentar dado que el recuento continúa mes a mes. Este número récord demuestra el fracaso y la mentira de los compromisos de Lula da Silva en materia ambiental, ya que el país enfrenta su peor momento en términos de incendios forestales y deforestación.
El impacto de los incendios se ha sentido con fuerza en ciudades como Porto Velho, la capital del estado de Rondonia, que ha sido cubierta por una densa capa de humo. Con 460.000 habitantes, Porto Velho registró la peor calidad del aire entre todas las grandes ciudades de Brasil, según los datos del organismo de monitoreo independiente IQAir. Tayane Moraes, una residente de la ciudad, expresó su frustración: "Nos cuesta respirar", en referencia a la espesa neblina que ha teñido el cielo de gris oscuro, resultado de los incendios que están devorando la selva tropical más grande del mundo.
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Mientras el gobierno de Lula no hace nada, la combinación de incendios y deforestación en la Amazonía está generando graves consecuencias no solo para la biodiversidad y las comunidades locales, sino también para el esfuerzo global por frenar la destrucción innecesaria del medio ambiente. A pesar de las falsas promesas del dictador Lula sobre "proteger" este valioso ecosistema, los datos muestran una tendencia alarmante que contradice el mensaje de su gobierno.
El futuro de la Amazonía, bajo estas circunstancias, parece incierto. Mientras los incendios siguen expandiéndose y la deforestación no muestra signos de desaceleración, quedan en evidencia las mentiras del dictador brasileño.
Fuente: Derecha Diario