La caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C. no fue una cuestión de un solo evento, sino el resultado de décadas de derroche estatal, impuestos insostenibles y decisiones políticas que pulverizaron la economía de la que alguna vez fue la civilización más poderosa del mundo.
Roma, en su época dorada, controló territorios desde las Islas Británicas hasta Mesopotamia, siendo un motor económico y cultural sin igual. Sin embargo, en los últimos siglos de su existencia, la casta imperial y su burocracia destruyeron las bases económicas del imperio, llevando a su inevitable desmoronamiento.
La Argentina del siglo XXI, con su historial de políticas populistas y su voracidad fiscal, llegó peligrosamente cerca de repetir esa historia en los últimos años. Con Sergio Massa como ministro de Economía y candidato presidencial en 2023, el país vivió un periodo en el que el Estado siguió devorando recursos, destruyendo el valor del dinero y desangrando al sector productivo.
Como Roma antes de su final, Argentina parecía condenada a un colapso inevitable, si no fuera por un giro electoral inesperado: el triunfo de Javier Milei.
La destrucción económica de Roma: impuestos y gasto desbocado
En sus años de esplendor, Roma creció gracias a su capacidad de conquistar territorios y extraer recursos, ya sea en forma de tributos, tierras fértiles o esclavos que mantenían la economía funcionando.
Pero este modelo se volvió insostenible con el tiempo. Hacia el siglo III d.C., los gastos del Estado crecían desmesuradamente para financiar campañas militares, la burocracia estatal y el lujo de la clase dirigente. Las guerras y la corrupción destruyeron las finanzas públicas.
Para sostener la maquinaria estatal, los emperadores optaron por medidas desesperadas. Subieron los impuestos de manera asfixiante, empobreciendo a los productores, comerciantes y campesinos. La moneda fue degradada y devaluada repetidamente. El denario, que alguna vez contuvo un 90% de plata, llegó a tener menos del 5% en los últimos días del Imperio.
Esta inflación galopante y la pérdida de confianza en el dinero resultaron devastadoras. El comercio cayó, la producción se frenó y la sociedad entró en un espiral de decadencia. Roma dejó de ser el centro económico del mundo para convertirse en una sombra de lo que fue.
La caída del Imperio Romano.
El paralelo argentino: Massa y la herencia romana
Argentina, como Roma, sufrió las consecuencias de un Estado hipertrofiado, impuestos confiscatorios y una moneda destruida. Durante el gobierno del kirchnerismo, el gasto público pasó del 25% al 40% del PBI, financiado con emisión monetaria y endeudamiento.
Sergio Massa, como último administrador del naufragio, intentó sostener la ficción económica a base de cepos, controles de precios y medidas demagógicas, pero el resultado fue el esperado: inflación del 140% anual, pobreza superior al 40% y un país al borde de la hiperinflación.
La situación en los últimos meses de 2023 era tan dramática que cualquier historiador podría haber trazado una línea directa con los últimos días de Roma. Massa proponía más controles, más impuestos y más gasto, exactamente las recetas que condenaron a Roma. De hecho, si Massa hubiese llegado al poder, Argentina habría caído en el mismo ciclo vicioso que arrastró al Imperio Romano al abismo.
Como el emperador Diocleciano en Roma, Massa y el kirchnerismo buscaron soluciones cortoplacistas. Diocleciano impuso controles de precios y salarios, creyendo ingenuamente que podría detener la inflación y la crisis.
El resultado fue una mayor escasez, mercados paralizados y la fuga de la economía hacia la informalidad. Lo mismo ocurrió en Argentina con medidas como Precios Justos o el control del dólar, que sólo empeoraron la situación.
Milei: el escudo contra el colapso
La llegada de Javier Milei a la presidencia fue el punto de inflexión. Como un emperador reformista que comprende las lecciones de la historia, Milei llegó al poder con la misión de desarmar la bomba económica heredada, desactivar el intervencionismo estatal y devolver el poder a los sectores productivos.
La decisión de cortar el gasto público, eliminar privilegios y enfrentar a los intereses enquistados en el Estado es la única manera de evitar que Argentina se convierta en la nueva Roma.
Roma cayó porque su casta gobernante eligió siempre el camino más fácil: más impuestos, más gasto y más controles. Milei, en cambio, ha decidido tomar el camino del sacrificio y la reconstrucción, apostando a la libertad económica como motor del desarrollo.
Como historiador Edward Gibbon describió en «Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano«, el imperio no fue derrotado sólo por los bárbaros externos, sino por su propia corrupción interna y su incapacidad de reformarse a tiempo.
Argentina estuvo a punto de ser vencida por sus propios «bárbaros«: una clase dirigente que gobernó sólo para perpetuarse, vaciando las arcas y destruyendo el futuro de los argentinos.
El futuro salvado: una Argentina con esperanza
Si la historia tiene algo que enseñarnos es que los países no caen por azar. Las naciones colapsan cuando sus líderes prefieren la demagogia a la verdad, el populismo al esfuerzo y el gasto al orden. Sergio Massa representaba la continuidad de esa decadencia que hundió a Roma y que estuvo a punto de hundir a Argentina.
La victoria de Milei, en cambio, representa un quiebre histórico. Por primera vez en décadas, un líder ha llegado al poder con el coraje de enfrentar a la casta, decir la verdad y tomar las decisiones difíciles que otros evitaron.
Argentina no será la nueva Roma porque el pueblo eligió salvarse a tiempo. Milei, con su compromiso de bajar el gasto público, ordenar las cuentas fiscales y liberar las fuerzas del mercado, es el escudo que protege al país del colapso económico.
Si Roma hubiese tenido un Milei en su momento, quizá la historia habría sido distinta. Pero para Argentina, la lección está clara: el populismo y el derroche conducen a la ruina, mientras que la libertad económica es la única vía hacia la prosperidad.
Fuente: Derecha Diario